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Traslación del Apóstol. El viernes 31 a las 15.00h se cierra la verja de la Puerta Santa para organizar el cierre y la celebración litúrgica

Al final ya de este Año Santo, la Iglesia Compostelana, unida a toda la Iglesia Universal, expresa su alegría y satisfacción por todos los acontecimientos vividos durante este Año Santo Compostelano 2004, por las vivencias de los miles de peregrinos que han realizado el Camino y que han llegado hasta la Tumba del Apóstol Santiago.
Junto a su Tumba hacemos memoria de Santiago, apóstol y heraldo del Evangelio, quien movido por la fuerza del Espíritu peregrinó a Occidente enseñándonos el camino de Cristo a través del mensaje del Evangelio. Él había acompañado a Jesús por Galilea con el grupo de los doce, viajó por Samaría hacia Jerusalén, contempló la resurrección de la hija de Jairo en Cafamaún, fue testigo de la Transfiguración del Señor en el Tabor, asistió angustiado al sufrimiento de Jesús en Getsemaní, y en el Cenáculo estando con los once a la mesa recibió el mandato del Resucitado de ir por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad para ser testigos del Salvador hasta el fin del mundo. A través del Apóstol nos ha llegado una visión de la vida desde la fe, basada en un testimonio histórico concreto donde Jesús es el Camino y en él encontramos la Verdad que buscamos y la Vida que deseamos. (Homilía de D. Julián Barrio en la Fiesta de la Traslación del año 2001).
Por otra parte, el Arzobispo de Santiago cerrará la Puerta del Perdón el viernes 31 de diciembre a las 16.30h clausurando de esta forma el Año Santo 2004. Esta Puerta no se volverá a abrir hasta el próximo Año Jubilar, el año 2010. Para conocimiento de todos los peregrinos, el Arzobispado informa que a las 15.00h se cerrará la verja de la Puerta Santa para organizar la celebración.

ESQUEMA – TRASLACIÓN DEL APÓSTOL
30 de diciembre de 2004

11.45h Misa Estacional

1. Ritos iniciales
- Procesión de entrada
- Monición
- Saludo del Sr. Arzobispo
- Acto penitencial
- Canto: “Kyrie-Gloria”
- Oración colecta

2. Liturgia de la Palabra
- Monición
- Lecturas de la fiesta de la Traslación
- Salmo Responsorial. Canto: “Contade…”
- Aclamación. Canto “Aleluya” y Mojete jacobeo
- Evangelio
- OFRENDA NACIONAL, por el Excmo. Sr. D. Manuel Fraga Iribarne, en representación del Rey de España
- Homilía – respuesta, por el Excmo. y Rvdmo Sr. ARZOBISPO

3. Liturgia Eucarística
- Ofertorio
- Oración sobre las ofrendas
- Prefacio de Santiago “Sanctus”
- Plegaria Eucarística III

4. Rito de la Comunión
- Padre Nuestro
- La Paz
- Canto: “Agnus Dei”
- Comunión.

5. Rito de acción de gracias y conclusión
- Monición
- Incensación. Botafumeiro. Himno al Apóstol
- Oración
- Bendición del Sr. Arzobispo
- Despedida. Órgano

DOCUMENTACIÓN SOBRE EL TRASLADO DEL APÓSTOL SANTIAGO
(Texto realizado por D. Juan José Cebrián Franco, sacerdote, historiador y director de la Oficina de Sociología, Estadística e Internet del Arzobispado de Santiago)

Santiago murió en Jerusalén, decapitado por orden del Rey Agripa I, y, aunque lo lógico era que hubiera sido enterrado allí, no quedó memoria alguna de su sepultura en aquella tierra.
Hacia el año 860 el martirologio de Floro de Lyón nos dice que sus restos fueron trasladados a España, en su extremo más occidental y que allí son venerados con una veneración celebérrima.
Existe una serie de textos legendarios datados entre los siglos IX y X, que a todas luces son reflejo de otros más antiguos desaparecidos. Muchas de sus afirmaciones hallaron confirmación en los hallazgos arqueológicos y epigráficos habidos en los siglos XIX y XX.
Analizando detenidamente los relatos podemos reconstruir una narración de la Traslación que podría consistir en lo siguiente.
Una vez decapitado Santiago, su cadáver fue colgado en el Desierto de Judá, que empieza en las afueras de Jerusalén, para que fuese devorado por las aves carroñeras y los animales que abundan en aquellos parajes. Sus discípulos robaron el cuerpo, lo trasladaron a Joppe o Jafa (hoy barrio de Tell Aviv) y allí lo embalsamaron, probablemente mediante el método de deshidratación. Su cuerpo quedaría así reducido a la tercera parte de su peso. Una vez empaquetado se embarcaron en una de las muchas embarcaciones que cruzaban el Mediterráneo en los meses primaverales y veraniegos y, tras una feliz travesía que parecería guiada por la mano del Señor, llegaron al puerto de Iria, sito en el actual Pontecesures. La insistencia de las tradiciones en ligar su llegada al actual Padrón nos indica que cambiaron de embarcación para poder navegar por el Sar.
Una vez aquí, sorprendentemente, se dirigieron a la señora o reyezuela llamada Lupa o Atia a quien pidieron permiso y un lugar para sepultura de su maestro. Ella los remitió al Prefecto romano que estaba en Dugium (Duyo). Este, quizás pensando que los discípulos eran autores de un crimen con sus maestros, los encarceló. Manos angélicas les liberaron de la prisión. Los que les perseguían en su huida perecieron al desplomarse un puente cuando lo cruzaban.
Lupa, aunque admirada, no cedió, sino que pensó en deshacerse de ellos. Fingió aceptar y les mandó a buscar un carro y bueyes para el tiro al Monte Ilicinio (Pico Sacro). Lo que allí había eran toros bravos. Estos se dejaron uncir mansamente al carro.
Lupa o Atia se hizo bautizar y compartió con el Apóstol su propio sepulcro. Siete de los discípulos regresaron a Jerusalén y dos, Atanasio y Teodoro, quedaron cuidando la tumba y a la comunidad cristiana surgida en aquel lugar. Fueron los primeros obispos de Santiago. Cuando murieron fueron sepultados a ambos lados de su maestro. Más tarde, este lugar fue incorporado a la nacida diócesis de Iria.
El sepulcro fue cuidado, probablemente escondido con acceso restringido, pero suministrando reliquias a otras iglesias hasta el siglo VIII, fecha en que el lugar se desertiza y se pierde su memoria por 100 años. Fue la época de la invasión musulmana.
Hacia el año 829 el Obispo de Iria, Teodomiro, juzgó llegado el momento de buscar la tumba perdida. La encuentra; llama al Rey Alfonso II que, pese a que el hallazgo rompía sus planes sobre Oviedo, se convence de que el hallazgo es auténtico y apoya la construcción de un Santuario y un monasterio. El Obispo de Iria traslada su residencia al Lugar de San Jacobo y 30 años después Floro testifica que su sepulcro era celebérrimo.
Arzobispado de Santiago de Compostela