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El arquitecto norteamericano Peter Eisenman asume responsabilidades como el capitán de barco encargado de sacar adelante un proyecto

El arquitecto norteamericano Peter Eisenman proclamó que su papel en relación a la Cidade da Cultura de Galicia, que se construye en Santiago de Compostela, es la de ser como un "capitán de barco" que tiene que sacar adelante un proyecto importante bajo las directrices de una Xunta "estricta", tanto en la época en la que gobernaba el PP como en la actual etapa del bipartito. Eisenman, autor del proyecto arquitectónico escogido en un concurso internacional de ideas en 1999, compareció en la Comisión de Investigación de la Cidade da Cultura (CdC), donde defendió que el complejo en construcción en el Monte Gaiás es "una magnifica oportunidad" para colocar a Galicia "en primera línea" en el mundo. Comparó el proceso político surgido en torno al proyecto de la CdC con el que existió en su día en Berlín por el Monumento al Holocausto, del que también es autor. Así, ante los parlamentarios del BNG, PSdeG y PPdeG dijo que "la política sabemos lo que es y que a veces es difícil llegar a un consenso", pero que él estaba para decirles que éste "es posible".

El autor del diseño de la Cidade da Cultura afirmó que su responsabilidad es similar a la de un capitán de barco, pero que no le corresponde tomar decisiones. Constató que el complejo fue definido como una idea y que, a los seis meses de trabajo sobre las bases fijadas en el concurso de ideas, "todos eramos conscientes" de que los plazos, el coste y el tamaño del complejo "no estaba bien definido".

El arquitecto ha afirmado que ni durante la anterior etapa de gestión, con el PP al frente de la Xunta hasta 2005, como en la actual, con el PSdeG y el BNG al frente del Gobierno, tuvo «la libertad» para hacer lo que quiso, sino que ambos Ejecutivos han sido clientes «estrictos y diligentes». Según apuntó, el proyecto que presentó al concurso de ideas necesitó ser «definido» a la hora de realizar los proyectos básicos, lo que provocó, junto con las decisiones adoptadas por el cliente el aumento de superficies, con el consiguiente incremento de costes. Eisenmann ha señalado que, después de meses, una vez finalizado el concurso de ideas, su equipo comprendió que el tamaño era «equivocado», para realizarlo con el presupuesto inicial (108 millones de euros) y al hacer modificaciones la superficie se elevó en «dos veces y media o tres», por lo que el aumento de coste se produjo «de forma natural». «Nunca hicimos lo que quisimos. Cada vez que hicimos algo informamos al cliente y éste sabía que al aumentar el coste aumentaba el tamaño».

El compareciente ha indicado que el teatro de la ópera, por ejemplo, era muy pequeño para entrar en los circuitos internacionales, y ha explicado que los de Estados Unidos son «seis o siete veces superiores» en tamaño. «El teatro de la ópera de (Santiago) Calatrava costó 92 millones de euros hace años y ese es casi el coste que se suponía para todo el proyecto», de la Ciudad de la Cultura que consta de seis edificios.

Para Eisenmann, la importancia de la Ciudad de la Cultura radica en que es la «primera vez en la Historia» en la que se construye un complejo de tal magnitud por decisión de un gobierno democrático, ya que proyectos similares en la actualidad son desarrollados por iniciativa privada. En cuanto a la gestión, tanto con el anterior gobierno como con el actual, el arquitecto ha indicado que fue «diligente» y ha afirmado que no observa diferencias entre ambos y que los dos han actuado «con la misma energía, coordinación y respeto» por el proyecto. «Pérez Varela y Ánxela Bugallo han sido clientes estrictos según sus necesidades y sus requerimientos. Los clientes estrictos son buenos clientes, y más si existe control público, porque eso hace que sean más estrictos». «Si tienen la sensación de que me dio carta libre, no es el mismo Pérez Varela que conocí», ha asegurado.

Eisenmann ha dejado claro que ha venido a defender el proyecto artístico, y en este sentido ha explicado que las formas de los edificios no han cambiado, pese al cambio de contenidos, y que el proyecto sirve como icono de Galicia. El arquitecto ha pedido a los tres grupos parlamentarios que terminen el «icono del futuro» porque será un «motor económico» que hará que cuando Galicia no reciba fondos (estructurales y de cohesión) de la UE, será capaz de «exportarlos». «Lo creo». «La política es lo que es. Es difícil alcanzar consensos, pero es posible». Además, ha rechazado que el proyecto sea «demasiado grande» para la comunidad y ha defendido la necesidad de realizar proyectos culturales de esta magnitud porque tienen «sentido económico».
R.